El pastor de las ovejas está esperando, ¿quién vendrá a su llamado? Él quiere sanarnos, consolarnos y alentarnos cuando estamos heridos, erróneamente se acude al mismo hombre como si fuera el mejor consejero y por último recurrimos al creador de los sentimientos y emociones de cada uno de nosotros como la última opción.
Una historia muy aliciente y de reflexión es esta: En una reunión cristiana donde se llevaba a cabo la celebración del día de la biblia en un concurso de declamación, varios participantes hacían gala de sus excelentes declamaciones ya casi al final participaba un joven declamando el hermoso Salmo 23, después de participar y recibir la ovación del público ahí presente en su excelente y casi perfecta declamación, un último participante se presentaba a declamar el mismo salmo ante la atención y expectación de la congregación ahí reunida, un gran silencio se hacía en aquel instante, ante la paciencia de comenzar, preguntándose la gente que era lo que un ancianito podría hacer en ese concurso, de pie muy humilde y sencillo frente a todos.
Comenzó a declamar este bello salmo, con su voz entre cortada, a bajo volumen y cansada por su edad palabra a palabra, letra a letra, expresión a expresión, unas lágrimas recorrían su mejilla, la congregación atónita lo escuchaba y se contagiaba de llanto. No era la elocuencia, ni tristeza alguna o el mejor acto de declamación que este anciano manifestaba, sino lo más importante, la experiencia declamada de lo que vivía, ¡era parte de su vida! Su humilde y sencilla declamación. Cuando al fin término el hombre, el silencio se dejó notar sin que alguien pudiera hacer el menor acto de desagrado o humillación; en el silencio un miembro de la congregación comenzó a aplaudir muy tenue ante tal acontecimiento, luego de continuar el resto de la congregación, solo la intervención del juez hizo que continuará el evento, después al final llegó el momento de la premiación.
El premio del primer lugar era para el joven que elocuentemente y de manera más que perfecta había declamado antes que el anciano con todo el carisma y virtud de un declamador, al pasar éste al frente para recibir el presente, indigno de ser merecedor, dijo ante todos que -no lo podía aceptar-, que lo merecía el anciano, " agregando, que él conocía perfectamente el salmo; pero el anciano conocía perfectamente al Pastor del salmo".
La paz que reflejaba aquel hombre en sus humildes palabras, dejó ver por todos, lo que vivía, ¿Quien vive ésta Paz, si el Pastor de pastores no está con él?
Así que la solución está en el médico del alma, El gran Pastor, nuestro creador, ¿Quién sabrá darnos la paz mejor que nuestro creador?
Por naturaleza nos creamos en nuestra mente limitaciones o nos vienen ideas que forman limitaciones que nos hacen vivir en amargura de manera que ni siquiera nos damos cuenta hasta que lo reconocemos, entonces nos damos cuenta del pozo que poco a poco nos habíamos sumergido, la carga tan importante que llevábamos, reconocer y dejar esa carga en las manos de nuestro Señor, es hacer algo al respecto para dejar esos obstáculos y limitaciones que nos impiden vivir en paz interna, que no da el dinero, los bienes ni aun la mejor diversion, ni deleite mas placentero en una vida en la tierra...
UNA VIDA EN LA TIERRA POR vggi.