¿POR QUE LA GENTE SE VA DE LA IGLESIA?
Por qué se van de la iglesia.
“…EL HIJO MENOR SE FUE LEJOS A UNA PROVINCIA APARTADA…” (Lucas 15:13)
La historia del Hijo Pródigo es muy pertinente para los “desertores” de la fe. Habla a aquellos que se han criado en la iglesia, conocen la Palabra de Dios, han sentido su presencia, entienden sus enseñanzas y hasta un día lo sirvieron. Pero como el hijo pródigo,
“acabaron en la pocilga”
. Notemos que no se le llama el Pecador Pródigo sino el Hijo Pródigo, porque sigue perteneciendo a la familia. Durante los próximos días consideraremos algunas razones por las que la gente se va de las iglesias.
Primera: Porque se han acostumbrado a las bendiciones del Padre y no les dan la importancia debida. El joven de la parábola no valoró lo que tenía hasta que lo perdió. Resaltemos también que el padre no le echó, sino que fue el joven quien
“…se fue lejos a una provincia apartada…” (Lucas 15:13). Fue libre para irse, y también para volver.
¿Qué queremos decir con esto? ¡Si el amor de Dios no puede retenerte, su poder no te va a forzar!
Lo que a Dios le agrada es tu disposición a obedecer, no el que sigas una serie de preceptos religiosos, sólo porque tienes miedo de ir al infierno. Jesús habló de un rey que había preparado una fiesta de bodas e invitó a varias personas.
¡Qué privilegio tan grande! “Pero ellos, sin hacer ningún caso, se fueron, uno a labrar su campo, otro a sus negocios” (Mateo 22:5 CST).
¿Estás demasiado ocupado para pensar en Dios? ¿Te has acostumbrado a sus bendiciones y decidido que quieres algo distinto?
Ten cuidado, porque el camino que sigues no conduce más que a un lugar: la pocilga de los cerdos. Haz un alto en el camino, arrepiéntete y vuelve a casa mientras todavía estés a tiempo. No importa lo bajo que hayas caído, tu Padre te está esperando para volver a integrarte a la familia
Por qué se van de la iglesia…” (Lucas 15:13)
“NOSOTROS HEMOS CREÍDO EN TI, Y CONOCIDO…” (Juan 6:69)
Segunda razón: Porque las reglas de la casa del padre les parecen demasiado estrictas. Muchos quieren el amor de Cristo, pero no su Señorío; sus bendiciones pero no sus mandamientos. Aprecian lo que Jesús les ofrece, pero consideran que el costo de servirle es demasiado alto. A lo mejor piensas que si hubieras vivido en los días en que Él estuvo en la tierra, si hubieras caminado y hablado con Él, si lo hubieras oído predicar, serías un cristiano mucho más comprometido. ¡No te engañes!
Cuando sus discípulos oyeron sus enseñanzas dijeron: “Esto que dice es muy difícil de aceptar… Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. Jesús les preguntó a los doce discípulos: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién podemos ir?
Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”(Juan 6:60, 66-69 DHH).
El verdadero discipulado no se consigue asistiendo a un servicio especial de la iglesia; es algo progresivo. Es la consecuencia de “creer y conocer” al Señor, mientras caminas con Él en la montaña y en el valle, en los momentos duros y en los buenos. Por eso escribió Pedro:
“Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso. En cambio para los que no creen: …Piedra de tropiezo y roca que hace caer…” (1 Pedro 2:7-8). Y Pablo lo expresó así: “…Nadie puede exclamar: ¡Jesús es el Señor!, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). El propósito de la obra del Espíritu Santo en tu vida es hacer que te sometas a la voluntad de Dios. Y eso requiere entablar una relación con Él – ¡con las consiguientes reglas!
Por qué se van de la iglesia.
“…NO NOS JUZGUEMOS… LOS UNOS A LOS OTROS…” (Romanos 14:13)
Otra razón por la que la gente deja las Iglesias: La actitud de algunos de los miembros. El hermano mayor de la parábola de Jesús sabía cómo comportarse como hijo, pero no como hermano. Si presumimos que la envidia y el juicio que demostró hacia su hermano eran parte de su carácter, no es de sorprender que el hermano menor hubiera decidido marcharse. Escribe Pablo
: “…Ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Romanos 14:13). Y leemos también en la Biblia: “El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2:10)
. Examínate para ver si tus actitudes y tus acciones fortalecen a los demás o son una piedra de tropiezo para ellos.
¿Has oído hablar de Diótrefes? Juan habló de este hombre: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace profiriendo palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los expulsa de la iglesia” (3 Juan 9-10). Diótrefes era un predicador conflictivo, una especie de “divo” con un único objetivo: ¡controlar! Juan lo denunció como “maligno”, añadiendo “…el que hace lo malo no ha visto a Dios” (3 Juan 10). Cuando estemos en la eternidad sabremos de cierto cuántos fueron tropezados en las iglesias por cristianos críticos, insensibles y controladores. ¡Que no seas tú uno de ellos!
|